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Cholula, el pueblo de las 365 iglesias

Entre volcanes, leyendas y la pirámide más grande del mundo

A tan solo 15 kilómetros de la ciudad de Puebla, se alza una joya del turismo cultural mexicano: Cholula. Este Pueblo Mágico, dividido en San Pedro y San Andrés, guarda entre sus calles coloniales y sus templos barrocos una historia milenaria que vibra al pie de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Cholula no solo presume tener una iglesia para cada día del año —como dicta la leyenda—, sino también la pirámide más grande del mundo por volumen, un sincretismo religioso fascinante y una vida nocturna que atrae a jóvenes de todo el país.

Un pasado que emerge bajo tierra

La Gran Pirámide de Cholula (Tlachihualtépetl) es un monumento colosal cuya base supera en tamaño a la de Giza, en Egipto. Aunque desde fuera parece un cerro coronado por la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, bajo esa colina artificial yace una ciudad sagrada prehispánica construida en diversas etapas por culturas como la olmeca-xicalanca y la tolteca.

Sus túneles, parcialmente abiertos al público, ofrecen una experiencia única: caminar por las entrañas de una civilización antigua, entre muros, ofrendas y murales aún conservados. En la cima, la iglesia virreinal ofrece una vista impresionante del valle y, si el cielo está despejado, de los volcanes guardianes.

Sincretismo y devoción

Cholula es símbolo del mestizaje religioso. La coexistencia de templos católicos, muchos erigidos sobre antiguos centros ceremoniales indígenas, genera un paisaje espiritual único. La leyenda de las “365 iglesias” es exagerada —en realidad son poco más de 40—, pero habla del fervor y la identidad religiosa de sus habitantes.

Entre los templos más visitados destacan San Francisco Acatepec y Santa María Tonantzintla, famosos por su estilo barroco indígena. Los interiores están recubiertos con estuco policromado, ángeles mestizos y detalles que mezclan lo católico con lo prehispánico, lo europeo con lo local.

Sabores ancestrales

La gastronomía cholulteca es otra razón para quedarse más de un día. El mole poblano, los tacos árabes, los tamales de frijol con hoja de aguacate, y los antojitos en el mercado municipal conquistan cualquier paladar. Además, cada fin de semana se instalan tianguis con artesanías, dulces típicos y pulque curado.

Y si la visita es en septiembre, no puede faltar el chile en nogada, platillo tradicional que cobra un sentido especial en este rincón colonial.

Cholula de día… y de noche

Cholula no duerme. Gracias a la cercanía con la Universidad de las Américas y otros centros educativos, el ambiente juvenil da vida a bares, cafés, galerías y terrazas que se llenan cada noche. La zona de la pirámide, el zócalo y los alrededores del tren turístico se transforman al atardecer en puntos de reunión y música en vivo.

Para quienes buscan algo más tranquilo, hay recorridos en bicicleta, museos como el de Sitio de Cholula y paseos en tranvía por las calles llenas de historia.

Fiestas, leyendas y tradiciones

Cada septiembre se celebra la Feria de Cholula, con procesiones, danzas, comida y juegos mecánicos. Pero todo el año hay motivos para visitar: desde las festividades del Día de Muertos hasta la Semana Santa, donde las calles se visten de color, incienso y devoción.

Las leyendas también están presentes, como la del cerro encantado o los túneles secretos que conectarían iglesias y casas coloniales.

Cholula: donde el pasado no ha dejado de hablar

Cholula es historia viva. Es un lugar donde los pueblos originarios dejaron huella, donde el barroco alcanzó su máximo esplendor, y donde hoy conviven estudiantes, artistas, viajeros y devotos. Un pueblo que guarda el espíritu de lo ancestral, pero que late al ritmo del presente.

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