La contaminación de los mares avanza de forma implacable y se perfila como uno de los desafíos ecológicos más graves del presente. Cada año, toneladas de residuos, en su mayoría plásticos, invaden los océanos y amenazan la supervivencia de cientos de especies marinas, así como la salud de millones de personas.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 8 millones de toneladas de plástico son arrojadas al mar anualmente. Entre los residuos más comunes se encuentran botellas, bolsas, redes de pesca y microplásticos, que flotan a la deriva o se acumulan en los fondos marinos. Estos desechos afectan a tortugas, aves, peces y mamíferos, muchos de los cuales sufren daños irreversibles o mueren tras ingerirlos o quedar atrapados.
Sin embargo, la basura visible es solo una parte del problema. Vertimientos industriales, derrames petroleros, agroquímicos y aguas negras no tratadas también llegan al mar a través de ríos y canales de drenaje, deteriorando aún más la calidad del agua y los ecosistemas.
En México, playas del Pacífico, el Golfo de México y el Caribe muestran los estragos de esta contaminación. Investigaciones recientes han detectado la presencia de microplásticos incluso en especies marinas de consumo humano, lo que representa una alerta para la salud pública.
Ante este panorama, especialistas en conservación ambiental hacen un llamado urgente a tomar medidas inmediatas. Entre las acciones prioritarias destacan la eliminación progresiva de plásticos de un solo uso, el fortalecimiento de políticas de reciclaje, mayor control a las industrias contaminantes y una estrategia nacional de educación ambiental.
Cuidar los océanos no es una opción, es una necesidad. De su salud depende no solo la biodiversidad marina, sino también el sustento, el clima y el bienestar de millones de personas alrededor del planeta.